El parque de los sueños
Por: Benny Tecuento
Mateo no vivía en una casa normal. Su hogar estaba dentro de un parque de atracciones. Su papá, un hombre alto y fuerte con ojos que brillaban como las luces de una feria, era el operador más famoso del parque.
Una tarde, mientras Mateo paseaba entre las atracciones, se encontró con un hada diminuta que flotaba cerca de la noria. Tenía alas brillantes y un vestido hecho de pétalos de flores.
“Hola, soy Kitoko,” dijo el hada con una voz suave y melodiosa. “He venido a hacer que tu parque sea aún más especial.”
Mateo, sorprendido, preguntó, “¿De verdad?”
Kitoko sonrió y agitó su varita mágica. “¡Claro!”, le respondió entusiasmada el hada.
De repente, las luces del parque comenzaron a brillar con más intensidad, y los colores de las atracciones se volvieron más vivos. Los carruseles giraban más rápido y las montañas rusas parecían volar por el cielo.
“¡Guao! ¡Esto es increíble!” exclamó Mateo. “Gracias, Kitoko.”
“De nada, Mateo,” respondió Kitoko. “Eso fue solo el comienzo. Mira lo que haré con la noria.”
Kitoko voló hacia la noria y, con un toque de su varita, hizo que las cabinas se llenaran de luces de colores. Cuando la noria comenzó a girar, las luces formaron figuras y patrones en el cielo nocturno, como fuegos artificiales. Mateo y su papá subieron a una de las cabinas y, desde lo alto, pudieron ver todo el parque iluminado de una manera mágica.
“Es como estar en un sueño,” dijo el papá de Mateo, maravillado.
“Y ahora, la montaña rusa,” dijo Kitoko con una sonrisa traviesa.
Volaron hacia la montaña rusa más grande del parque. Kitoko agitó su varita y, de repente, los rieles de la montaña rusa comenzaron a brillar con un resplandor dorado. Cuando el tren de la montaña rusa comenzó a moverse, parecía que estaba volando entre las estrellas. Mateo y su papá se subieron al tren y sintieron como si estuvieran viajando por el espacio, rodeados de planetas y cometas.
“¡Esto es increíble, Kitoko!” gritó Mateo mientras el tren descendía en una emocionante caída.
“Recuerda, Mateo,” dijo Kitoko mientras flotaba a su lado, “la magia está en los pequeños detalles. Solo necesitas un poco de imaginación para ver lo extraordinario en lo ordinario.”
Mateo sonrió y corrió a contarle a sus amigos sobre el hada Kitoko y la magia que había traído al parque. Desde ese día, cada vez que Mateo veía algo especial en el parque, sabía que era gracias a su nueva amiga, Kitoko.
Fin.