El ruido a lo lejos
Por: Benny Tecuento
En un bosque frondoso y lleno de vida, vivía un conejo llamado Orejín. A diferencia de los demás conejos, Orejín tenía unas orejas especialmente grandes y sensibles.
Podía escuchar el más mínimo ruido, desde el crujido de una hoja hasta el aleteo de una mariposa. Gracias a este don, era el guardián del bosque, siempre atento a cualquier peligro.
Una tarde, mientras Orejín descansaba bajo un árbol, escuchó un sonido lejano que lo puso en alerta. Era un ruido sordo y constante, como el retumbar de miles de cascos.
Al principio, pensó que era el viento jugando con las ramas, pero el sonido se hizo cada vez más fuerte y claro. ¡Era una estampida!
Orejín sabía que eso podía ser muy peligroso, especialmente para los animales más pequeños. Sin dudarlo, salió corriendo para advertir a sus amigos. Primero fue a avisar a los pajaritos que anidaban en los árboles.
Les explicó que debían volar lo más alto posible para evitar ser pisoteados. Luego, fue a buscar a las ardillas que jugaban entre las ramas. Con su voz aguda, les pidió que se escondieran en los agujeros más profundos de los árboles.
Finalmente, Orejín llegó a la madriguera de la familia de erizos. Les contó sobre la estampida y les aconsejó que se enrollaran en sus púas para protegerse. Los erizos, agradecidos por la advertencia, siguieron el consejo de Orejín y se escondieron en una cueva.
Cuando la estampida llegó al bosque, los animales estaban a salvo gracias a la valentía y la sagacidad de Orejín. Los bisontes y los ciervos pasaron a toda velocidad, levantando nubes de polvo, pero no hicieron daño alguno.
Al día siguiente, todos los animales del bosque se reunieron para agradecer a Orejín. Lo elogiaron por su valentía y su gran sentido del oído.
Desde ese día, Orejín fue considerado el héroe del bosque y aunque seguía siendo un conejo tímido y reservado, sabía que su don era un regalo muy especial y que lo usaría siempre para proteger a sus amigos.
-Fin-
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