¿Adónde se fue Conejín?
Por: Benny Tecuento
Era un hermoso día en el bosque, y Mamá Conejo estaba muy ocupada cuidando de sus pequeños conejitos.
Sin embargo, mientras jugaban a las escondidas, Conejín, el más curioso de todos, se separó del grupo un poco más de lo habitual y se fue saltando alegremente por el campo, sin darse cuenta de que estaba lejos de su mamá.
Mientras corría entre las flores y los árboles, se encontró con un grupo de pequeños animales que también estaban jugando.
Eran los hijos de la señora Ardilla, el pequeño Ratón y hasta una familia de patitos. Todos estaban emocionados y empezaron a jugar juntos.
—Vamos a ver quién corre más rápido!— gritó el pequeño Ratón y Conejín, lleno de energía, aceptó el desafío.
Los animales corrieron por el campo, riendo y disfrutando del sol, pero, mientras tanto, Mamá Conejo estaba muy asustada y buscaba por todas partes a su pequeño Conejín.
—Mamá, ¿dónde estás?— gritaba a veces Conejín mientras jugaba, pero ella estaba muy lejos para escucharlo, así que decidió pedir ayuda. Corrió hacia Papá Conejo y le explicó la situación.
—Tenemos que encontrarlo— dijo Papá Conejo con preocupación. Juntos comenzaron a llamar a su hijo: —¡Conejín! ¡Conejín!—.
Los otros conejos del vecindario se unieron a la búsqueda. Llamaban y llamaban, pero Conejín estaba demasiado distraído jugando para escucharles. Mientras tanto, los pequeños animales seguían corriendo y jugando al escondite.
Cuando el sol comenzó a ponerse, la mamá del aguilucho que vivía en un árbol cercano vio a Conejín jugando solo. —Oye, pequeño—, le dijo con una voz suave pero firme. —Es tarde ya, deberías regresar a casa. Tu madre te está esperando—.
Conejín miró hacia arriba con ojos grandes y asustados. —No sé cómo volver— respondió con tristeza.
La mamá del aguilucho sonrió con ternura y dijo: —No te preocupes, yo te ayudaré—. Con mucho cuidado, colocó a Conejín entre sus alas y voló alto en el cielo.
Desde las alturas, Conejín pudo ver todo el bosque y finalmente avistó su casa donde todos los conejos estaban reunidos, tristes por su ausencia. La mamá del aguilucho descendió suavemente y depositó a Conejín justo en frente de Mamá Conejo.
Al verlo sano y salvo, Mamá Conejo corrió hacia él y lo abrazó fuertemente. —¡Oh, mi querido Conejín! ¡Te he estado buscando por todas partes!—, exclamó entre lágrimas de alegría.
Los otros conejos también se acercaron para abrazar al pequeño aventurero. En ese momento, la mamá del aguilucho se acercó también para asegurarse de que todo estuviera bien. Todos miraron agradecidos hacia ella.
—¡Gracias por traerlo de vuelta!—, dijo Papá Conejo con una sonrisa sincera.
Y así aprendió Conejín que aunque jugar es divertido, es importante estar siempre cerca de quien te cuida.
-Fin-
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