El jardin mágico

El Jardín mágico

Por: Benny Tecuento

En un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos, vivía una niña llamada Ori y su mejor amigo, un niño aventurero llamado Tommy. Desde muy pequeños, ambos habían soñado con las estrellas.

Cada noche, se sentaban en la colina más alta del pueblo, mirando el cielo y preguntándose qué habría más allá. Un día, mientras exploraban el bosque cercano, encontraron una puerta antigua cubierta de enredaderas.

Movidos por la curiosidad, Ori y Tommy empujaron la puerta y, para su sorpresa, entraron en un jardín mágico. El aire olía a flores brillantes y el cielo tenía un color azul intenso, como si estuviera pintado con acuarelas. En el centro de este jardín resplandeciente había una fuente que brillaba como mil diamantes bajo la luz del sol.

Mientras exploraban, conocieron a un pequeño dragón llamado Chispa. Tenía escamas que reflejaban todos los colores del arcoíris y unos ojos chispeantes que parecían contener la luz de mil estrellas. Chispa les explicó que el Jardín Mágico era un lugar especial donde los sueños se hacían realidad.

—Pero cuidado —dijo Chispa—, solo aquellos que creen en la magia pueden permanecer aquí. Si pierden esa fe, tendrán que volver a su mundo.

Ori y Tommy sonrieron y prometieron nunca dejar de creer en la magia. Juntos, comenzaron a explorar el jardín. Encontraron árboles que hablaban y flores que cantaban melodías suaves. Cada vez que tocaban una flor, esta les contaba historias sobre valentía y amistad.

Un día, mientras jugaban cerca de la fuente, escucharon un llanto suave. Sigilosamente se acercaron y descubrieron a una pequeña hada atrapada entre las raíces de un árbol gigante. Su luz parpadeante iluminaba la oscuridad.

—¡Ayuda! —suplicó el hada—. Un hechizo me ha atrapado aquí.

Ori y Tommy no dudaron ni un segundo. Con valentía y determinación, juntaron sus poderes mágicos para liberar al hada. Chispa respiró fuego en dirección al árbol y, poco a poco, las raíces se fueron deshaciendo.

Cuando finalmente liberaron al hada, ella brilló intensamente y agradeció a Ori y Tommy por su valentía.

—Como recompensa por su nobleza —dijo el hada— les concederé un deseo.

Ori pensó en lo que más deseaba: quería que todos los niños del mundo pudieran conocer la magia del Jardín de las Estrellas. Tommy también deseaba lo mismo: que ningún niño tuviera miedo de soñar con lo imposible. El hada sonrió y agitó su varita mágica. En un instante, destellos de luz se esparcieron por todo el jardín.

De repente, una lluvia de estrellas comenzó a caer desde el cielo hacia la tierra. Cada estrella era un portal que llevaría a los niños a este mágico lugar.

Ori y Tommy se despidieron de Chispa y del hada con promesas de regresar algún día. Cuando salieron del jardín a través de la puerta antigua, miraron hacia atrás y vieron cómo los niños comenzaban a llegar: sus caras llenas de asombro y alegría.

Desde ese día, cada vez que miraban al cielo estrellado desde su colina favorita, sabían que en algún lugar mágico había un jardín donde los sueños nunca dejaban de brillar.

Y así fue como Ori y Tommy aprendieron que la verdadera magia reside en el corazón de quienes creen en ella.

Fin