El hada de las nubes

El hada de las nubes

Por: Benny Tecuento

En un pequeño pueblo llamado Villa Seca, donde el sol brillaba con demasiada intensidad y la tierra se agrietaba, vivía Lynnie, una niña de ojos grandes y llenos de curiosidad. Había pasado tanto tiempo desde la última gota de lluvia que los mayores contaban historias sobre ríos caudalosos y verdes praderas, cosas que Lynnie solo podía imaginar.

Un día, mientras exploraba las colinas secas, Lynnie escuchó una voz suave y melodiosa. Era Celeste, el hada de las nubes, que observaba desde lo alto la desesperación del pueblo.

«Hola, Lynnie,» dijo Celeste. «Veo que tu pueblo, Villa Seca, necesita un poco de magia.» «¿Quién eres tú?» preguntó Lynnie, sorprendida. «¿Y qué es magia?» «Soy Celeste, el hada de las nubes,» respondió Celeste. «Y la magia es la capacidad de hacer que sucedan cosas maravillosas.»

Celeste le explicó a Lynnie que había un hechizo oscuro que impedía que lloviera. Para romperlo, necesitaban encontrar el Corazón de la Nube, un cristal mágico escondido en las profundidades de una cueva custodiada por un terrible dragón.

Con la esperanza en el corazón, Lynnie y Celeste emprendieron un viaje lleno de aventuras. Cruzaron bosques secos, escalaron montañas rocosas y se enfrentaron a criaturas extrañas. Cumulus, el dragón de nube de Celeste las acompañaba, volando sobre ellas y guiándolas por el camino.

En la cueva, encontraron al dragón, una criatura enorme y rugiente. Pero al escuchar la historia de Lynnie y Celeste, el dragón se compadeció de ellos. Resultó que él también anhelaba la lluvia y había sido engañado por el hechizo oscuro.

«¡Llévenme con ustedes!» rugió el dragón. «Juntos encontraremos el Corazón de la Nube y liberaremos a mi hogar de la sequía.»

Con la ayuda del dragón, encontraron el cristal mágico y lo llevaron de vuelta a la superficie. Al tocar el cristal, Celeste canalizó su magia y lo lanzó al cielo. De inmediato, las nubes oscuras se disiparon y aparecieron nubes esponjosas y blancas.

Un rayo de sol atravesó las nubes y una gota de lluvia cayó sobre la mano de Lynnie. Luego otra, y otra, hasta que una lluvia suave y refrescante comenzó a caer sobre Villa Seca.

Lynnie y Celeste observaron cómo la tierra sedienta absorbía el agua, cómo las plantas volvían a verdecer y cómo los animales celebraban con alegría. La sequía había terminado y Villa Seca volvía a ser un lugar lleno de vida.

Desde ese día, Lynnie y Celeste se convirtieron en amigas inseparables. Y cada vez que una nube aparecía en el cielo, Lynnie sabía que Celeste estaba cerca, velando por su pueblo.

Fin.