El androide ruidoso

El androide ruidoso

Por: Benny Tecuento

Martín era un niño muy listo y divertido. Le encantaba jugar con el teléfono y pasar el rato con sus amigos en línea. Pero, como a todos los niños, también tenía que estudiar para sus exámenes. ¡Y a veces, estudiar no era tan divertido como jugar!

Antes de un examen importante de matemáticas, su mamá le recordó que estudiara bien. Martín asintió con la cabeza y se fue a su habitación. Pero en vez de abrir sus libros de texto, se puso a jugar toda la tarde con el teléfono. La habitación vibró con el sonido ensordecedor de las explosiones del juego. Los disparos retumbaban en las paredes como si una batalla campal se estuviera librando justo ahí.

Un escalofrío recorrió la espalda de Martín. Sabía que no debía hacerlo, pero la adrenalina de la partida lo absorbía por completo. Intentó ignorar el reloj que marcaba el tiempo que le quedaba para estudiar. Con cada nivel superado, su culpa aumentaba, pero la tentación de seguir jugando era demasiado fuerte.

De pronto, se oyó un leve golpe en la puerta. Martín se sobresaltó, le quitó rápidamente el sonido al teléfono y lo tiró encima de la cama. Su corazón latía con fuerza. ¿Y si su mamá entraba? Intentó concentrarse en el libro que tenía abierto, pero su mente seguía pensando en el juego.

—¡Martín! — llamó su mamá, esta vez con un tono más firme.

Martín tragó saliva y trató de pensar rápido.

—¡Sí, mamá, ya voy! — respondió, fingiendo levantarse de la silla.

Su mamá abrió la puerta y entró en la habitación. Martín estaba sentado en su escritorio, con un libro abierto frente a él. —¿Por qué tanto ruido? — preguntó su mamá, frunciendo el ceño y dirigiendo su mirada hacia el celular.

— ¡Es que el vecino de al lado tiene la tele a todo volumen! No me deja concentrarme en las matemáticas — respondió Martín, haciendo un puchero y fingiendo frustración.

Su mamá se acercó al escritorio y miró el libro, pero su mirada se desviaba constantemente hacia el celular. 

— Bueno, asegúrate de terminar pronto. La cena está lista — dijo, antes de salir de la habitación.

Martín suspiró aliviado. Había logrado engañarla, pero sabía que no podía seguir así por mucho tiempo. Sentía como si el celular, su cómplice y su delator, lo miraba desde la cama, como recordándole su mentira.

Al día siguiente, Martín fue a la escuela sintiéndose un poco nervioso. Durante el examen, se dio cuenta de que no recordaba muchas de las fórmulas y los problemas que habían visto en clase. Intentó resolver los ejercicios lo mejor que pudo, pero sabía que no había estudiado lo suficiente.

Cuando recibió su examen corregido, Martín vio sin mucha sorpresa que.había sacado una nota muy baja. Se sintió muy triste y decepcionado consigo mismo. Se dio cuenta de que mentirle a su mamá y no estudiar había sido un gran error.

Al llegar a casa, Martín le contó a su mamá lo que había sucedido. Se sintió aliviado al poder ser honesto con ella. Su mamá lo escuchó con atención y lo abrazó. Le explicó que era importante ser responsable y cumplir con sus obligaciones, incluso cuando no eran muy divertidas.

Juntos, Martín y su mamá decidieron hacer un plan para que pudiera mejorar sus calificaciones. Martín se comprometió a estudiar más y a ser más organizado. También acordaron establecer un horario en el que pudiera jugar videojuegos después de haber terminado sus tareas.

Moraleja

Gracias a esta experiencia, Martín aprendió una valiosa lección. Se dio cuenta de que la honestidad y la responsabilidad son fundamentales para tener éxito, y que aunque jugar con el teléfono es divertido, estudiar era igual de importante para su futuro.

Fin